Hoy he llegado a una conclusión. Bonita palabra, conclusión. ¿Alguien me puede decir lo que es?
Todos conocemos el proceso para llegar a ella, damos pasos seguros o inciertos, pero avanzamos poco a poco que es lo importante. Cábalas, hipótesis, demostraciones empíricas sobre lo que crees a ciencia cierta y demás terminología colindante a la parte burocrática del proceso de pensar. Así, la conclusión es el resultado de la conjunción de procesos metacognitivos que nos ayudan a comprender determinadas situaciones y/o circunstancias. ¿Qué? No tengo ni idea.
Precisamente ése es el problema, ocupamos nuestro tiempo en pensar sobre cosas que se escapan a nuestro conocimiento para respondernos, o creer que lo hacemos, con cualquier frase lapidaria que nos medio convezca y nos ayude a paliar la situación que vivimos en ese momento, lo cual conlleva inevitablemente a la búsqueda de la verdad, y aquél que la busca corre el riesgo de encontrarla... y seguramente no le guste.
Entonces me dí cuenta. Pensar es un asco, prefiero ver tiros y mamaditas que interpretaciones vacías sobre los viajes astrales del alma en un espacio remoto. Así llegué a la conclusión de la que hablaba antes.
Es decir, una conclusión es cuando te cansas de pensar.
Por desgracia éste proceso no solo nos afecta respecto al cine. Es algo presente e inevitable. Por eso, me digo a mí mismo que "no tengo tiempo para pensar". Si pensase en algo demasiado tiempo, seguramente lo acabaría aborreciendo. Y para qué aborrecer innecesariamente. Cuando llegas al odio después de reflexionar, realmente esa reflexión no ha merecido la pena, prefiero vivir un día más sin odiar más cosas de las que ya odio sin necesidad de planteármelo ni un segundo.
Ostias, me he cansado de pensar, ostias, he llegado a una conclusión.
lunes, 20 de septiembre de 2010
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Vorágine
¿Sabéis de esas situaciones en las que tu conciencia coge un objeto contundente y le pega un buen golpe a tu subconsciente haciendo que salte al nivel plano de tu realidad?
Bien, yo me hundí en esa realidad, me hundí en ese plano hasta convertirlo en onírico y relegarlo a un mundo paralelo en el que todo y nada estaba a mi alcance, pues aunque pudiera conseguir cualquier cosa que me propusiera se quedaría en ese nivel surrealista y jamás llegaría a formar parte de mí por completo.
He sentido esa sensación durante mucho tiempo, la sigo teniendo, sigo queriendo experimentarla y en cierto modo disfrutarla. Y de repente, ¡PUM! La alternatividad de tu mundo se derrumba y te enfrentas cara a cara con el mundo físico del que intentamos evadirnos de cualquier forma posible.
Unos utilizan el cine, otros la música, los videojuegos, el deporte, televisión en general, incluso el trabajo, ya sea por necesidad o por hobby, la lectura, la escritura, la comida, el alcohol, las drogas, la compra, compulsiva o necesaria, la degustación, la fotografía, el terror, pensamientos evasivos...
Mierda subyacente de una realidad en la que lo único que realmente te importa eres tú y las personas a las que quieres. Vives constamente preocupado por que tu mierda no salpique a los demás y al mismo tiempo no ser salpicado. Es triste soñar, triste y alegre, bendita contradicción, pues si no fuera por los sueños jamás llegaríamos a tener una vida plena. Pero en ocasiones esos sueños traspasan el segundo nivel, convirtiéndose así en intereses casi imposibles de ver realizados. El fracaso.
Es bonito soñar, pero no nos equivoquemos, no sirve de nada si te olvidas de vivir. La reciprocidad de ambos elementos es absolutamente necesaria para alcanzar lo que la gente llama coloquialmente felicidad. Yo prefiero concebirlo como plenitud. Así pues, vivid y soñad, pero recordad que antes he dicho vivid.
Yo he soñado durante mucho tiempo, hoy me toca vivir.
Bien, yo me hundí en esa realidad, me hundí en ese plano hasta convertirlo en onírico y relegarlo a un mundo paralelo en el que todo y nada estaba a mi alcance, pues aunque pudiera conseguir cualquier cosa que me propusiera se quedaría en ese nivel surrealista y jamás llegaría a formar parte de mí por completo.
He sentido esa sensación durante mucho tiempo, la sigo teniendo, sigo queriendo experimentarla y en cierto modo disfrutarla. Y de repente, ¡PUM! La alternatividad de tu mundo se derrumba y te enfrentas cara a cara con el mundo físico del que intentamos evadirnos de cualquier forma posible.
Unos utilizan el cine, otros la música, los videojuegos, el deporte, televisión en general, incluso el trabajo, ya sea por necesidad o por hobby, la lectura, la escritura, la comida, el alcohol, las drogas, la compra, compulsiva o necesaria, la degustación, la fotografía, el terror, pensamientos evasivos...
Mierda subyacente de una realidad en la que lo único que realmente te importa eres tú y las personas a las que quieres. Vives constamente preocupado por que tu mierda no salpique a los demás y al mismo tiempo no ser salpicado. Es triste soñar, triste y alegre, bendita contradicción, pues si no fuera por los sueños jamás llegaríamos a tener una vida plena. Pero en ocasiones esos sueños traspasan el segundo nivel, convirtiéndose así en intereses casi imposibles de ver realizados. El fracaso.
Es bonito soñar, pero no nos equivoquemos, no sirve de nada si te olvidas de vivir. La reciprocidad de ambos elementos es absolutamente necesaria para alcanzar lo que la gente llama coloquialmente felicidad. Yo prefiero concebirlo como plenitud. Así pues, vivid y soñad, pero recordad que antes he dicho vivid.
Yo he soñado durante mucho tiempo, hoy me toca vivir.
domingo, 12 de septiembre de 2010
En la vida hay que hacer cosas que joden.
Sí, quizás no sea una entrada muy apropiada para iniciar un blog, columna digital, o como queráis llamar al esperpento al que acabo de dar vida, pero es que precisamente lo he hecho para poder desahogar mis frustraciones recientes, pasadas y seguramente futuras, porque vive Dios que las tendré.
Naces, creces, te reproduces y mueres. El ciclo de la vida. Ese que todos conocemos en por lo menos 2/4 de su totalidad. En mi caso la reproducción es algo que todavía no he experimentado y que espero no hacer por lo menos por el momento. Si algún lector conoce el cuarto punto de este ciclo le agradecería que contase aquí sus experiencias, ciertamente el tema zombie es algo que me interesa sobremanera.
Bueno, que divago. Naces, creces, TE JODES y mueres. ESO es el ciclo de la vida. Unos visionarios del mundo moderno que tomaban como nombre en clave "Mamá Ladilla" ya nos lo hicieron ver, pero Dios qué ciego he estado hasta el día de hoy.
¿Por qué? Bien, el día ha comenzado como otro cualquiera. Ligera resaca en el horizonte, horizonte que cada vez se va acercando más hasta que te golpea la frente dándote una sed de la que no te creías capaz de experimentar hasta ese momento y unos principios de migraña que se encargan de amenizarte la comida familiar tan buenamente extendida en los días de Domingo de las familias españolas en los que además se celebra un cumpleaños.
Y es cuando te das cuenta de cuánto te joden esas reuniones. No por la resaca, ni por el hecho de "madrugar", si no por lo innecesariamente estúpida que resulta ser. Gente que sabes que conoces, aunque no sabes bien por qué, gente que ves menos que al vecino que vive 5 casas más allá en tu calle pero por el que se supone que tienes que sentir un aprecio especial. El ser humano es por naturaleza falso, y el que es totalmente sincero seguramente será tachado de inhumano, y joder, estas citas son la cuna de ello, maldita sea.
Así comienza la gran fiesta de cumpleaños. Y así continúa el despropósito.
En vista de que no tienes nada interesante ni no interesante que hablar con el resto de comensales, empiezas a pensar. Mal asunto, se te va la mente a cosas que no quieres tratar. Lo evitas, decides comer algo. Ves un bol con unas cuantas almendras en su interior, decides hacer el esfuerzo de alargar el brazo y coger unas pocas. Bien, con cáscara. El esfuerzo que creías que tenías que hacer se incrementa, y aunque parezca algo realmente sencillo, de repente te agota. Quitas la cáscara de la primera almendra, éxito rotundo, su sabor no puede ser mejor. Al sentirte realmente complacido con el resultado de tu primera incursión en el mundo del fruto seco, te dispones a quitar la cáscara de la segunda almendra.
-¿Uhm? ¿Pero qué...? -la almendra en un acto de rebeldía decide inmolarse y partirse por la mitad antes que verse desprovista de su cáscara protectora- Me cago en Dios.
Acabas comiéndotela con cáscara, bueno, podría saber peor, la verdad. En ese momento recuerdas el sabor de la primera y decides coger una tercera, no todas pueden ser así de zorras y de insubordinadas. "Acabarán sometiéndose ante mí"; piensas, en un momento de orgullo y motivación personal.
La operación resulta gratificante a más no poder, observas el cuerpo desnudo de la pobre que vas a engullir en breves momentos. La introduces en tu boca. Masticas:
-¡Puagh!
Efectivamente, es de esas putas zorras que saben a rayos, solo Dios sabe por qué una de cada 63 almendras saben así de mal, el caso es que lo saben.
En vista de que las almendras han conseguido dar un golpe de estado y adueñarse de tu moral, centras tu mente en objetivos distintos. Giras la cabeza y ves la televisión. Craso error.
A ver, recapitulemos. Son más o menos las 5 de la tarde, rodeado de primos pequeños gritando, tíos y padres hablando del Atlético de Madrid y tías y madres hablando de los últimos cotilleos de la España más profunda que os podáis imaginar. Casa de tus abuelos, obviamente, el canal que está puesto en la televisión es una autonómica. Efectivamente, están echando un western. Un Spaguetti Western.
"Cojonudo", piensas al instante. Te armas de valor y coges el mando que a tan buen resguardo está al lado del paquete de tabaco de tu abuelo. Te levantas de la silla y te sientas en la alfombra, en frente del televisor. Subes escasos dos puntos al volumen de la tele para por lo menos escuchar los tiros y las explosiones o algo entre tanto griterío y algarabía general.
Entonces un escalofrío como jamás has sentido en tu vida recorre todo tu cuerpo, desde la punta de los pies hasta el último cabello sano de tu cabeza. El griterío cesa, la charlatanería parece haber huído de esa jaula de grillos, es entonces cuando te das cuenta de que absolutamente toda tu familia te está mirando, observando, escudriñando desde sus asientos y escuchas a tu abuela decir: "Niño, baja el volumen que algunos tenemos el oído sensible". Ante la furtiva mirada de tu madre no te queda más remedio que obedecer.
Con esta situación nuestras expectativas se ven ampliamente satisfechas y satisfacidas y se suceden 4 horas de astía y dolorosa tortura auditiva y visual. También olfativa, pues de cenar hay judías, aunque tu abuela sepa de buena tinta que te causan la mayor de las repulsas.
Entonces escuchas a tu tía decir "roboces". Sí, el plural de robot. NO tía, el plural de robot no es roboces. El plural de Pen Drive no es penes drive. Estoy rodeado de paletos, estúpidos y en el mejor de los casos, mediocres.
Por fin vuelves a casa, te montas en el coche, escuchas un poco de los 40, David Civera/Bustamante/Bisbal/Guetta, misma mierda, distinto olor. Lo mejor para terminar un día tan calmado.
Pero entonces llegas, te conectas, dices 4 gilipolleces en el messenger que te alegran la cara, ves una buena película, planeas el día siguiente con vistas a compensar lo nefasto del presente y te vas a la cama ya con ganas de despertarte al día siguiente.
Putas almendras, duras, esquivas, retorcidas, insurrectas... pero joder, sigues queriendo coger unas pocas más. Al fin y al cabo 61 de cada 63 te van a dejar con buen sabor de boca.
Mañana será un gran día. Los días de mañana siempre lo serán.
Naces, creces, te reproduces y mueres. El ciclo de la vida. Ese que todos conocemos en por lo menos 2/4 de su totalidad. En mi caso la reproducción es algo que todavía no he experimentado y que espero no hacer por lo menos por el momento. Si algún lector conoce el cuarto punto de este ciclo le agradecería que contase aquí sus experiencias, ciertamente el tema zombie es algo que me interesa sobremanera.
Bueno, que divago. Naces, creces, TE JODES y mueres. ESO es el ciclo de la vida. Unos visionarios del mundo moderno que tomaban como nombre en clave "Mamá Ladilla" ya nos lo hicieron ver, pero Dios qué ciego he estado hasta el día de hoy.
¿Por qué? Bien, el día ha comenzado como otro cualquiera. Ligera resaca en el horizonte, horizonte que cada vez se va acercando más hasta que te golpea la frente dándote una sed de la que no te creías capaz de experimentar hasta ese momento y unos principios de migraña que se encargan de amenizarte la comida familiar tan buenamente extendida en los días de Domingo de las familias españolas en los que además se celebra un cumpleaños.
Y es cuando te das cuenta de cuánto te joden esas reuniones. No por la resaca, ni por el hecho de "madrugar", si no por lo innecesariamente estúpida que resulta ser. Gente que sabes que conoces, aunque no sabes bien por qué, gente que ves menos que al vecino que vive 5 casas más allá en tu calle pero por el que se supone que tienes que sentir un aprecio especial. El ser humano es por naturaleza falso, y el que es totalmente sincero seguramente será tachado de inhumano, y joder, estas citas son la cuna de ello, maldita sea.
Así comienza la gran fiesta de cumpleaños. Y así continúa el despropósito.
En vista de que no tienes nada interesante ni no interesante que hablar con el resto de comensales, empiezas a pensar. Mal asunto, se te va la mente a cosas que no quieres tratar. Lo evitas, decides comer algo. Ves un bol con unas cuantas almendras en su interior, decides hacer el esfuerzo de alargar el brazo y coger unas pocas. Bien, con cáscara. El esfuerzo que creías que tenías que hacer se incrementa, y aunque parezca algo realmente sencillo, de repente te agota. Quitas la cáscara de la primera almendra, éxito rotundo, su sabor no puede ser mejor. Al sentirte realmente complacido con el resultado de tu primera incursión en el mundo del fruto seco, te dispones a quitar la cáscara de la segunda almendra.
-¿Uhm? ¿Pero qué...? -la almendra en un acto de rebeldía decide inmolarse y partirse por la mitad antes que verse desprovista de su cáscara protectora- Me cago en Dios.
Acabas comiéndotela con cáscara, bueno, podría saber peor, la verdad. En ese momento recuerdas el sabor de la primera y decides coger una tercera, no todas pueden ser así de zorras y de insubordinadas. "Acabarán sometiéndose ante mí"; piensas, en un momento de orgullo y motivación personal.
La operación resulta gratificante a más no poder, observas el cuerpo desnudo de la pobre que vas a engullir en breves momentos. La introduces en tu boca. Masticas:
-¡Puagh!
Efectivamente, es de esas putas zorras que saben a rayos, solo Dios sabe por qué una de cada 63 almendras saben así de mal, el caso es que lo saben.
En vista de que las almendras han conseguido dar un golpe de estado y adueñarse de tu moral, centras tu mente en objetivos distintos. Giras la cabeza y ves la televisión. Craso error.
A ver, recapitulemos. Son más o menos las 5 de la tarde, rodeado de primos pequeños gritando, tíos y padres hablando del Atlético de Madrid y tías y madres hablando de los últimos cotilleos de la España más profunda que os podáis imaginar. Casa de tus abuelos, obviamente, el canal que está puesto en la televisión es una autonómica. Efectivamente, están echando un western. Un Spaguetti Western.
"Cojonudo", piensas al instante. Te armas de valor y coges el mando que a tan buen resguardo está al lado del paquete de tabaco de tu abuelo. Te levantas de la silla y te sientas en la alfombra, en frente del televisor. Subes escasos dos puntos al volumen de la tele para por lo menos escuchar los tiros y las explosiones o algo entre tanto griterío y algarabía general.
Entonces un escalofrío como jamás has sentido en tu vida recorre todo tu cuerpo, desde la punta de los pies hasta el último cabello sano de tu cabeza. El griterío cesa, la charlatanería parece haber huído de esa jaula de grillos, es entonces cuando te das cuenta de que absolutamente toda tu familia te está mirando, observando, escudriñando desde sus asientos y escuchas a tu abuela decir: "Niño, baja el volumen que algunos tenemos el oído sensible". Ante la furtiva mirada de tu madre no te queda más remedio que obedecer.
Con esta situación nuestras expectativas se ven ampliamente satisfechas y satisfacidas y se suceden 4 horas de astía y dolorosa tortura auditiva y visual. También olfativa, pues de cenar hay judías, aunque tu abuela sepa de buena tinta que te causan la mayor de las repulsas.
Entonces escuchas a tu tía decir "roboces". Sí, el plural de robot. NO tía, el plural de robot no es roboces. El plural de Pen Drive no es penes drive. Estoy rodeado de paletos, estúpidos y en el mejor de los casos, mediocres.
Por fin vuelves a casa, te montas en el coche, escuchas un poco de los 40, David Civera/Bustamante/Bisbal/Guetta, misma mierda, distinto olor. Lo mejor para terminar un día tan calmado.
Pero entonces llegas, te conectas, dices 4 gilipolleces en el messenger que te alegran la cara, ves una buena película, planeas el día siguiente con vistas a compensar lo nefasto del presente y te vas a la cama ya con ganas de despertarte al día siguiente.
Putas almendras, duras, esquivas, retorcidas, insurrectas... pero joder, sigues queriendo coger unas pocas más. Al fin y al cabo 61 de cada 63 te van a dejar con buen sabor de boca.
Mañana será un gran día. Los días de mañana siempre lo serán.
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