lunes, 8 de noviembre de 2010

Disertación

-Pete: Señora... yo soy judío.

-Maggie: ¡Me toma el pelo! No puedo creerle, reconozco a ese tipo de gente solo con mirarla.

-John: Le está diciendo la verdad, judío hasta la médula.

-Maggie: Sigo sin creerles. Odio a los judíos, tendría que odiarle a usted entonces. No es que tenga nada en contra de todos los judíos, realmente solo he conocido a judíos del Soho, incluído usted, pero lo cierto es que si Hitler les hiciera a ellos lo que hizo en la Segunda Guerra Mundial, me alegraría enormemente.

-Pete: Señora, mis abuelos eran judíos, mis padres eran judíos y esté usted bien segura de que yo soy judío. Pero adelante, me gusta estar en conversaciones con gente de opinión dispar.

-Maggie: Oh, vaya... bueno, lo siento por usted. ¿Y qué me dice usted John? ¿No irá a decirme ahora que usted también es judío, no?

-John: Mire... me gustaría mucho contarle una anécdota, pero no debe interrumpirme, porque es demasiado bonita como para hacerlo. Estando yo en Londres, a principios de los 40 cenaba yo en el Saboy con un grupo de gente selecta, y a mi lado se sentaba una mujer bellísima, tanto como usted. Mientras cenábamos y caían las bombas, hablábamos de Hitler y le comparábamos con Napoleón. Todos decíamos cosas acertadas, y luego, de repente, aquella mujer habló y dijo que lo único que no le molestaba de Hitler era cómo trataba a los judíos. Naturalmente todos nos lanzamos contra ella, aunque en aquella mesa no había ningún judío, pero ella insistía. En fín, ella empezó a decir lo que opinaba de todo aquello, y que si pudiera los mataría a todos, quemándolos en hornos, igual que Hitler. Todos nos quedamos en silencio. Hasta que yo, dirigiéndome a ella le dije: señora, le aseguro que he cenado con alguna de las zorras más asquerosas de mi época, y he cenado con alguna de las zorras más asquerosas del mundo entero, pero usted, señora, es la zorra más asquerosa de todas. En fin, ella se levantó para irse, tropezó con una silla y cayó al suelo y... todos seguimos sentados. Nadie movió un dedo para ayudarla. Y al final cuando pudo levantarse, le dije una vez más: usted, querida, es la zorra más asquerosa con la que he cenado jamás. ¿Y sabe qué ocurrió? Al día siguiente ella fue a denunciarme a la embajada americana, y me llamaron para reñirme. Y luego cuando investigaron, averiguaron que ella era un agente alemán, y la detuvieron. ¿Qué le parece?

-Maggie: ¿Por qué me ha contado esa anécdota?

-John: Pues... no sé. No es que crea que es usted un agente alemán, querida. Pero esta noche... tenía ganas de decirle a usted lo mismo, y no quería que pensara que no lo había dicho nunca. Usted señora es la... bueno, ya conoce el resto.

-Maggie: Em... será... será mejor que me vaya... es tarde.

-John: ¡Recuerde lo que es usted!

-Pete: Lo siento, John, sabía que querías tirártela.

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