domingo, 12 de septiembre de 2010

En la vida hay que hacer cosas que joden.

Sí, quizás no sea una entrada muy apropiada para iniciar un blog, columna digital, o como queráis llamar al esperpento al que acabo de dar vida, pero es que precisamente lo he hecho para poder desahogar mis frustraciones recientes, pasadas y seguramente futuras, porque vive Dios que las tendré.

Naces, creces, te reproduces y mueres. El ciclo de la vida. Ese que todos conocemos en por lo menos 2/4 de su totalidad. En mi caso la reproducción es algo que todavía no he experimentado y que espero no hacer por lo menos por el momento. Si algún lector conoce el cuarto punto de este ciclo le agradecería que contase aquí sus experiencias, ciertamente el tema zombie es algo que me interesa sobremanera.

Bueno, que divago. Naces, creces, TE JODES y mueres. ESO es el ciclo de la vida. Unos visionarios del mundo moderno que tomaban como nombre en clave "Mamá Ladilla" ya nos lo hicieron ver, pero Dios qué ciego he estado hasta el día de hoy.

¿Por qué? Bien, el día ha comenzado como otro cualquiera. Ligera resaca en el horizonte, horizonte que cada vez se va acercando más hasta que te golpea la frente dándote una sed de la que no te creías capaz de experimentar hasta ese momento y unos principios de migraña que se encargan de amenizarte la comida familiar tan buenamente extendida en los días de Domingo de las familias españolas en los que además se celebra un cumpleaños.


Y es cuando te das cuenta de cuánto te joden esas reuniones. No por la resaca, ni por el hecho de "madrugar", si no por lo innecesariamente estúpida que resulta ser. Gente que sabes que conoces, aunque no sabes bien por qué, gente que ves menos que al vecino que vive 5 casas más allá en tu calle pero por el que se supone que tienes que sentir un aprecio especial. El ser humano es por naturaleza falso, y el que es totalmente sincero seguramente será tachado de inhumano, y joder, estas citas son la cuna de ello, maldita sea.

Así comienza la gran fiesta de cumpleaños. Y así continúa el despropósito.

En vista de que no tienes nada interesante ni no interesante que hablar con el resto de comensales, empiezas a pensar. Mal asunto, se te va la mente a cosas que no quieres tratar. Lo evitas, decides comer algo. Ves un bol con unas cuantas almendras en su interior, decides hacer el esfuerzo de alargar el brazo y coger unas pocas. Bien, con cáscara. El esfuerzo que creías que tenías que hacer se incrementa, y aunque parezca algo realmente sencillo, de repente te agota. Quitas la cáscara de la primera almendra, éxito rotundo, su sabor no puede ser mejor. Al sentirte realmente complacido con el resultado de tu primera incursión en el mundo del fruto seco, te dispones a quitar la cáscara de la segunda almendra.

-¿Uhm? ¿Pero qué...? -la almendra en un acto de rebeldía decide inmolarse y partirse por la mitad antes que verse desprovista de su cáscara protectora- Me cago en Dios.

Acabas comiéndotela con cáscara, bueno, podría saber peor, la verdad. En ese momento recuerdas el sabor de la primera y decides coger una tercera, no todas pueden ser así de zorras y de insubordinadas. "Acabarán sometiéndose ante mí"; piensas, en un momento de orgullo y motivación personal.

La operación resulta gratificante a más no poder, observas el cuerpo desnudo de la pobre que vas a engullir en breves momentos. La introduces en tu boca. Masticas:

-¡Puagh!

Efectivamente, es de esas putas zorras que saben a rayos, solo Dios sabe por qué una de cada 63 almendras saben así de mal, el caso es que lo saben.

En vista de que las almendras han conseguido dar un golpe de estado y adueñarse de tu moral, centras tu mente en objetivos distintos. Giras la cabeza y ves la televisión. Craso error.

A ver, recapitulemos. Son más o menos las 5 de la tarde, rodeado de primos pequeños gritando, tíos y padres hablando del Atlético de Madrid y tías y madres hablando de los últimos cotilleos de la España más profunda que os podáis imaginar. Casa de tus abuelos, obviamente, el canal que está puesto en la televisión es una autonómica. Efectivamente, están echando un western. Un Spaguetti Western.

"Cojonudo", piensas al instante. Te armas de valor y coges el mando que a tan buen resguardo está al lado del paquete de tabaco de tu abuelo. Te levantas de la silla y te sientas en la alfombra, en frente del televisor. Subes escasos dos puntos al volumen de la tele para por lo menos escuchar los tiros y las explosiones o algo entre tanto griterío y algarabía general.

Entonces un escalofrío como jamás has sentido en tu vida recorre todo tu cuerpo, desde la punta de los pies hasta el último cabello sano de tu cabeza. El griterío cesa, la charlatanería parece haber huído de esa jaula de grillos, es entonces cuando te das cuenta de que absolutamente toda tu familia te está mirando, observando, escudriñando desde sus asientos y escuchas a tu abuela decir: "Niño, baja el volumen que algunos tenemos el oído sensible". Ante la furtiva mirada de tu madre no te queda más remedio que obedecer.

Con esta situación nuestras expectativas se ven ampliamente satisfechas y satisfacidas y se suceden 4 horas de astía y dolorosa tortura auditiva y visual. También olfativa, pues de cenar hay judías, aunque tu abuela sepa de buena tinta que te causan la mayor de las repulsas.

Entonces escuchas a tu tía decir "roboces". Sí, el plural de robot. NO tía, el plural de robot no es roboces. El plural de Pen Drive no es penes drive. Estoy rodeado de paletos, estúpidos y en el mejor de los casos, mediocres.

Por fin vuelves a casa, te montas en el coche, escuchas un poco de los 40, David Civera/Bustamante/Bisbal/Guetta, misma mierda, distinto olor. Lo mejor para terminar un día tan calmado.

Pero entonces llegas, te conectas, dices 4 gilipolleces en el messenger que te alegran la cara, ves una buena película, planeas el día siguiente con vistas a compensar lo nefasto del presente y te vas a la cama ya con ganas de despertarte al día siguiente.

Putas almendras, duras, esquivas, retorcidas, insurrectas... pero joder, sigues queriendo coger unas pocas más. Al fin y al cabo 61 de cada 63 te van a dejar con buen sabor de boca.

Mañana será un gran día. Los días de mañana siempre lo serán.

2 comentarios:

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  2. Se te ha olvidado mentar el clásico "¿ya habeis llegao?" que los vecinos del huesped, cual resortes oprimidos durante años, expelen energicamente nada más atravesar el umbral del porton de madera. Y es que, ¿acaso es esa la función de los viejos que plantan la silla plegable en medio de la acera?. ¿Son realmente vigías que avisan telekineticamente a los susodichos cuando un "forastero" cruza el límite del pueblo?. Que locura, sin duda entre eso, y el hecho de que la abuela cargue hasta arriba el maletero con viandas sobrantes del mediodía, los domingos no tienen precio...

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